Para algunas culturas, como las envueltas en la medicina tradicional china o dentro de la medicina ayurvédica, el masaje es parte de sus tratamientos. El objetivo es equilibrar las energías del cuerpo, mente y espíritu.
Los aceites esenciales, como el sésamo, coco, oliva o mostaza, son parte de las terapias de roce, fricción, amasamiento, compresión, chateo, percusión, effleurage, peertrisage y vibración.
Sin importar si conocemos técnicas de masaje, tocar a otra persona y que nos toquen es algo natural, lo aprendemos de bebés con los toqueteos de los padres y las personas cercanas, como parte de las caricias indispensables y la posible vinculación que pueden generar.
A la vez los bebés buscan el rozamiento, el contacto y la fricción con el fin de sentirse cercanos, experimentar calidez y establecer conexión. Ambas partes se nutren e inmediatamente se pierde cualquier resistencia o bloqueo a sentir.
El poderoso sistema somatosensorial interpreta lo que se recibe como algo realmente placentero, delicioso e incluso sensual.
La oxitocina, serotonina, endorfinas y dopamina se hacen presentes y eso estimula aún más la conexión, apertura al placer, vitalidad y aumento de energía transmitida y experimentada. Es por eso por lo que tocamos a otros y nos gusta que nos toquen.
El masaje a la pareja no requiere de ser un experto en estilos y técnicas de masoterapia, basta que nos guste la persona con la que estamos para disfrutar de hacer caricias, roces y tocamientos con la intención de generar relajación, beneficios en piel, músculos y órganos internos, apertura a un sentir más profundo, un despertar de la sensualidad y la posible sanación gracias a la presencia de oxitocina, serotonina, endorfina, norepinefrina, vasopresina y dopamina que conducen a elevar el estado de ánimo, disminuir las tensiones y contracciones, que resultan en una sensible mejoría de la circulación.
Los sentidos se despiertan, la piel igual se aviva y el cuerpo en general muestra un aumento agudo de sensorialidad al lado de movimientos más suaves, rítmicos, ligeros y cadenciosos.
Se hace presente, sin duda, una nueva forma de sentir y también de expresar los resultados de aquello que está grabado en nuestro cuerpo como una entrada al placer de la forma más simple y, a la vez, más invitadora, pues lo más importante es lo que vamos experimentando a medida que va despertando desde lo que siente y se está dispuesto a.
Si no tenemos prisa y nos tomamos el tiempo para tocar a la persona que deseamos, nuestras manos llevaran el mensaje del disfrute que se desea entregar y a la vez de sentir con cada caricia, roces y tocamientos, por lo tanto quien ofrece el masaje como quien lo recibe, experimentan el aumento sensible en líbido y el placer que empieza a surgir. Si pudiéramos medir la testosterona y estrógenos en estos momentos, éstos irían en ascenso, de la mano con la estimulación y el goce que produce.
Para ser más exactos, los mismos fluctuarían minuto a minuto. Por eso la continuidad de los masajes, caricias y tocamientos, que inician con una fase de relajación, van ampliando sus efectos hasta cubrir el placer, la sanación y facilitar la oportunidad de entrar en el juego sensual de apertura y búsqueda de mayor goce, gracias a la exploración que va teniendo lugar mediante el posible encuentro sexual sentido y vivido en conexión e intimidad.
Crear el ambiente para el masaje es parte de generar un espacio que invite al disfrute y sentirse bien. Música suave, luz tenue, velas aromáticas, que pueden usarse en el mismo masaje para evitar que el frío entre. El uso del espacio está abierto a lo que se desee, sea una camilla, la cama o un mat para ir al piso.
Ahora queda claro que las técnicas de masaje ayudan, pero no son lo relevante, pues lo que queremos tocar es el cuerpo al desnudo. Entonces con los ojos cerrados y sin necesidad de ver, deslizamos nuestras manos al encuentro de este. Nos movemos suave y sutilmente para empezar a sentir la deliciosa piel de la pareja, movernos con suaves caricias sin aplastar la piel, con la intención de transmitir intenso placer, algo así como saborear con las manos en lugar del paladar; por eso la persona que recibe podrá experimentar una increíble y placentera sensación de escalofrío suave, que va a ir penetrando en su cuerpo hasta alcanzar sus huesos.
Explorado el cuerpo deseado en todos sus espacios, donde todo se cubre de caricias y tocamientos, pasamos a la espalda. Los nervios que salen de la columna son grandes aliados para que la pareja se sienta querida, chineada o chineado. Se le recorre lentamente estimulándola, pasando luego a los glúteos, los muslos y las piernas, sobre todo en su parte posterior, donde hay una zona particularmente sensible a las caricias y tocamientos suaves que conduce al aumento de relajación, la apertura al placer y el disfrute con mayor intensidad.
La zona puede extenderse e increíblemente ir desde los glúteos hasta el cuello y, sin detener el movimiento, nuevamente ir hacia las nalgas y continuar por los muslos, pasar por la entrepierna, donde se sienten los genitales y continuar bajando hasta llegar a los pies, que ya para entonces están abiertos a una experiencia tremendamente sensual.
Los movimientos largos son poderosos relajantes, pero si queremos ir desde los pies hacia el cuello y regresar del cuello hacia los pies, no se debe levantar o separar las manos del cuerpo de la pareja, pues el contacto permanente es fundamental.
Mientras se pasa las manos, a la vez nos hemos sentado a horcajadas sobre el cuerpo de la pareja. Ahora podemos tanto pasar las manos sobre como también acostarnos encima de él. Para ello buscamos deslizarnos lentamente sobre toda su extensión como si nuestro pecho, estómago, pelvis y muslos fueran una gran mano, con la intención de que la persona que recibe sienta ahora nuestro cuerpo, su anatomía y nos pueda saborear desde su piel.
El movimiento de desplazamiento de nuestro cuerpo sobre el de nuestra pareja no sólo produce una mayor estimulación, sino también conexión e invitación a una respuesta sentida de ambos que permita caricias, rozamientos y deslizamientos mutuos que lleven a un lenguaje corporal compartido de mayor disfrute y placer.
Ahora se hacen presentes los ritmos, movimientos estimulantes y búsqueda de mayor estimulación de forma coordinada que eleva la sensorialidad, sensualidad, deseo, intensidad en conexión sentida y disfrutada mutuamente. El resultado es un aumento de oxitocina, serotonina, dopamina, vasopresina, endorfinas, testosterona y estrógenos.
Esa estimulación corporal definitivamente pondrá a ambos a tono y en contacto más profundo.
Es posible que la pregunta que surja en este momento sea: ¿cómo debo pasar mi cuerpo sobre el otro? La respuesta es sencilla, tal como nuestro cuerpo lo sienta y disfrute mejor, pues no es algo pensado, sino totalmente sentido.
Gracias a esta conexión más presente, el lenguaje corporal se va tornando en algo mutuo y de a dos. Ambos encuentran esa forma natural, espontánea y sentida para la expresión de los movimientos que van surgiendo en ritmo y cadencia, nacidos de lo que se desea y siente.
Una vez explorada y estimulada la parte posterior, se pide que gire y se acueste boca arriba. Un suave beso detrás de las orejas, a los lados de los ojos y la nariz es un inicio que abrirá la conexión para continuar.
Se masajea el pecho, los brazos y el abdomen. Los muslos y la parte posterior de las rodillas, hasta llegar a los tobillos y terminar nuevamente en los pies, acariciarlos con delicadeza y volver a subir por los costados, muy sensibles al tocamiento suave, hasta alcanzar las axilas, para inmediatamente sentarnos de nuevo a horcadas sobre el cuerpo de la pareja, como primer contacto directo, continuar acariciando y para pasar luego a acostarnos sobre él.
Para ese momento es factible que ambos quieran pasar a una experiencia de mayor pasión y es entonces cuando podemos unir el masaje con el sexo oral y éste con el coital. No es, sin embargo, una regla general el tener intimidad, porque lo importante es el acercamiento, el cariño y lo que dicte la energía cuando hay conexión.
Necesitamos tiempo, disposición y apertura para no apresurarnos cuando requerimos de un estado más calmo que nos permita intensificar aún más la conexión. Es bueno que la norepinefrina haga su aparición, pues introduce un poco de quietud que nos permite alargarnos en las caricias y tocamientos en la búsqueda de una mayor unión.
Las palabras dulces, cariñosas y más sentidas se dirigen a la expresión de emociones y sentimientos que produzcan ese más íntimo acercamiento entre ambos, como si se quisieran diluir los bordes de los cuerpos y hacer factible una plena compenetración.
De este modo, la apertura a la conexión total de los cuerpos se produce de manera natural, sentida, deseada y con el deseo de generar el mayor placer y satisfacción entre los dos, enlazados como si fuéramos uno en lugar de dos.
Tanto movimiento como caricias y rozamientos que se van sucediendo y entremezclando en ese momento son expresión de la pasión sentida, vivida en forma natural y deseada. Permite, como resultado, mayor presencia de oxitocina, serotonina, endorfinas, dopamina y norepinefrina, con el fin de mantenernos presentes, elevar el intercambio de energía de forma que el orgasmo deviene natural.
El placer generado y experimentado es tanto físico como emocional y, si se quiere hasta espiritual, ya que al favorecer el movimiento de los cuerpos desde su propio sentir abre la puerta a la expresión vital de sus fuerzas y del potencial más alto de su condición cuando lo que queremos es hacer el amor, en lugar de sólo tener sexo.
El cuerpo abierto, despierto y calmo, inundado de placer y deliciosas sensaciones, nos deja en plenitud, verdadero goce, mayor conexión, alegría interior, sonrisa en el rostro, el aumento en cercanía, intimidad y mayor complicidad; nos sentimos como buenos compañeros para caminar.